Los rumores de los últimos meses sobre un (presunto) iWatch de Apple, se han topado con que su mayor rival, Samsung, se le adelantará con el lanzamiento – hoy en Berlín – de un competidor que se llamará Galaxy Gear. Este será un punto de inflexión, o más bien el pistoletazo de salida, del mercado de los llamados relojes inteligentes o smartwatches. Los tímidos intentos de otros fabricantes no han valido hasta ahora para que la demanda despegue. Aun no hay garantías de que el artilugio, entendido como complemento para los smartphones, lleguen a triunfar entre los consumidores. O tal vez sí, gracias a la visibilidad que le confiere una marca con los atributos de la coreana.
En efecto, Samsung es una de las marcas necesarias para que cualquier nuevo gadget electrónico florezca en el mercado. Ya están presentes otras – incluso Microsoft lo intentó hace años – pero lo que realmente se espera es la llegada de Apple, a saber cuándo. Todo indica que el primer rumor sobre el iWatch fue inspirado por Apple para desmentir a quienes afirmaban – y aún afirman, a falta de conocer sus próximos anuncios – que ha perdido capacidad innovadora [para estos críticos que añoran a Steve Jobs, la innovación se mide por la invención de una nueva categoría de productos, y no les vale con las mejoras incrementales de las ya inventadas].
El origen se remonta a una patente que registró Apple en 2011 sobre un reloj inteligente que se sincronizaría con el iPhone para permitir el acceso rápido a ciertas funciones de este smartphone. Lo que a priori no parece un producto mayoritario, respondería así a la necesidad de mostrar que sin Steve Jobs sigue en la cresta de la ola. De cara a los inversores – una ´audiencia` a la que Tim Cook concede una dedicación que no recibían del fundador – Apple se lavaría la cara y, de paso, evitaría la cansina pregunta de cuándo lanzará su televisión inteligente. Mucho suena el río para estar seco.
Hace semanas, se supo que Apple ha contratado a Jay Blahnik, un gurú del diseño a quien se atribuye el desarrollo de la FuelBand, de Nike, una pulsera para deportistas que conecta con un dispositivo iOS para monitorizar la actividad física de su portador. Con este fichaje se supone que podría limar la ventaja inicial que le sacado Samsung. Pero hará falta más que creatividad: informaciones no confirmadas apunta hacia el uso de un cristal flexible, que habría encargado a Corning, el fabricante del famoso Gorilla Glass que lleva el iPhone, resistente a los golpes.
Los smartwatches tienen todos los visos de ser una pista de pruebas para distintas tecnologías. No parece tarea difícil introducir en un reloj los mecanismos necesarios para que conecte con un terminal móvil cercano a través de bluetooth y sea capaz de acceder a sus funciones básicas. Otras compañías lo han ensayado, pero ninguna ha querido invertir mucho en la novedad. Hay, cómo no, un puñado de pequeñas empresas, como Pebble, que ha sacado su propio reloj inteligente que se sincroniza con iOS y Android. Para destacar realmente, necesitarían crear una base de usuarios sólida antes de que los grandes se monten al escenario.
En verdad, las compañías llamadas a crear este mercado llevan tiempo investigando en relación con la tecnología de wearable computing [socorro académicos: se busca traducción fiable antes de que sea tarde], lo que les permitirían reaccionar con rapidez si el mercado empezara a registrar una demanda. Los relojes inteligentes se inscriben de manera un tanto fácil en esa corriente todavía imprecisa. Hay que advertir que las patentes acumuladas por Google, Apple o Microsoft (y Samsung, claro) podrían ser el origen de una nueva ronda de litigios, una vez que los productos de la categoría arriben al mercado. Aunque son parte de esta tendencia, y al contrario de las gafas inteligentes, los smartwatches no parecen ser un objeto revolucionario, sino un avance más bien previsible, hijo de la miniaturización. Mientras sean un objeto de deseo, dará igual, sólo falta esperar que lleguen a serlo.
Según la consultora Juniper Research, el mercado de wearable computing podría alcanzar los 1.000 millones de libras el año próximo, pero la cifra tiene truco, porque incluye el mercado militar, muy activo. Con respecto a los smartwatches en concreto, Canalys prevé que las ventas sumen más de 5 millones de unidades en 2014, partiendo de medio millón este año en curso. No parece una cantidad impresionante, al lado de las previsiones relativas a las ventas de sus primos los smartphones. Poco importa: una muestra del entusiasmo que despiertan estos gadgets quedó patente cuando el proyecto de Pebble recaudó en un mes 10 millones de dólares a través de la web Kickstarter, estrella del crowdfunding, con aportaciones de casi 70.000 personas; a julio de 2013, se habían vendido 275.000 unidades.
A pesar del entusiasmo de unos cuantos miles de usuarios, las cifras de los analistas no son tan altas como para conformar un nuevo mercado. Sobre todo teniendo en cuenta que el precio de un smartwatch es relativamente bajo, y el margen es estrecho desde la primera hora. IDC ha calculado que ninguna de sus funciones era interesante para más del 15% de los consumidores.
Marcas como Pebble han tanteado el mercado, pero se necesitará uno de los grandes de la industria para tomarle el pulso de verdad. Samsung es el primero que se ha lanzado a la piscina, fiel a su estrategia de estar presente en todos los segmentos y sectores, para lo que cuenta con su nuevo chip eMMC, optimizado para la próxima generación de gadgets. No es un campo completamente nuevo para el fabricante; de hecho, en 1999 ya sacó un reloj-teléfono, aunque el público no estaba preparado. Otras marcas se han colocado en posición para aprovechar el tirón: Sony va por la segunda generación de su smartwatch, mientras Casio presume de veteranía porque, a finales de los 70, tuvo un reloj calculadora. Que pasó sin pena ni gloria, por cierto.
Mientras se espera que Apple responda a las expectativas que ella misma ha creado, parece que Google estaría dispuesta a saltar sobre la presa, para no quedar en posición desairada por el adelantamiento de Samsung. Acaba de desvelarse que hace meses Google compró discretamente una startup llamada WIMM Labs, que había desarrollado una plataforma de ´microaplicaciones`en Android, e incluso una app store.
¿Por qué nadie está dispuesto a quedarse al margen? El impacto que podría tener la entrada de Samsung y la de Apple en este ´neomercado`, ha hecho que Juniper Research eleve su vaticinio hasta los 36 millones de smartwatches en 2018. Aun así, tal vez parte del negocio no esté en el hardware, ni siquiera en el software, sino en los datos. Recopilar información de los biorritmos y hábitos personales ofrecería una materia prima muy valiosa para ser procesada, analizada y aprovechada comercialmente. La clave está en los numerosos sensores con los que estarán armados los dispositivos. Y así, dentro de no mucho tiempo, podrían liberarse de su atadura a los smartphones.
Ahora bien, de la misma manera que se pueden obtener datos también se puede servir información contextualizada al usuario. Realidad aumentada y notificaciones en tiempo real pueden apoyar la promoción de los comercios locales. Es una idea. No obstante, habrá que ir con cuidado para no saturar de información a los consumidores en esas pequeñas pantallas, reservándolas para datos muy relevantes.
[informe de Pablo García-Bejerano]